Lo trágico es el éxito que tienen hasta hoy los fabricantes de cadáveres, que no son otros que esos agitadores profesionales, muchos de los cuales vienen de las canteras de ese monstruo que padecimos y que se llamaba Sendero Luminoso, y que hoy se han asociado con elementos del narcotráfico, con mineros ilegales y con izquierdistas bolivianos digitados por Evo Morales.

Esa alianza antiperuana ha refinado sus métodos, ha aprendido a ser selectiva y eficiente en cuanto a los objetivos a destruir tanto del Estado como de la empresa privada, y ha llegado también a encontrar la manera de cómo provocar más víctimas. Y las provocan, al costo que fuera, como quemar vivo a un policía del Perú.

Los cientos de videos que circulan en las redes nos muestran este desalmado modus operandi, que hace tiempo no veíamos y que nos recuerda a Lucanamarca y Tarata. Los peruanos inocentes que pierden la vida en este pandemonio ocasionado por estos delincuentes, son jóvenes y viejos, hombres y mujeres. Y se han visto caso de niños y enfermos que han perdido la vida porque no se ha permitido a una ambulancia llegar a su destino.

Y por el otro lado está lo cómico. Aunque parezca increíble, a espaldas de la tragedia se escenifica una comedia barata que tiene como guion la histeria y la ridiculez, la demagogia de baja estofa y lo peor que tiene un ser humano. De qué otra forma se pueden calificar las intervenciones de una congresista como Sigrid Bazán, indignantes y risibles a la vez. O la idiotez del hasta hoy anónimo congresista Wilson Quispe Mamani, que se corta el brazo ofreciéndole su sangre al premier Alberto Otárola. El show de la izquierda extrema en el Congreso, es cada vez más patético.

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