Ayer los peruanos hemos visto por televisión -sí, por televisión- la llegada de las vacunas contra el COVID-19 a países próximos al nuestro como son Chile, Argentina, México y Costa Rica, por citar solo algunos, mientras acá no tenemos nada de nada debido a que desde el Estado no se hizo lo necesario para obtener estas dosis y evitar que más gente muera en las próximas semanas, a causa de esta pandemia que nos está poniendo nuevamente en jaque.

Ojo que me refiero a países cercanos y con realidades similares a la nuestra (sean de derecha o de izquierda), las cuales no les han impedido obtener la ansiada vacuna que acá nos ofrecieron desde hace varios meses. No estoy comparando al Perú con Estados Unidos, Reino Unido, Francia o Israel que, como era de esperarse, iban a ser los primeros de la cola para acceder a las dosis que podrían acabar con la pesadilla que ha marcado al 2020 que se va.

Somos uno de los países más golpeados en el mundo si miramos la cifra de muertos por cada millón de habitantes, nuestra economía ha terminado por los suelos y estamos ante una segunda ola que ya dejó sin camas UCI a Arequipa, pero acá el gobierno del vacado Martín Vizcarra estuvo en otra junto a la actual ministra de Salud, Pilar Mazzetti. Digan lo que diga hoy, lo cierto es que no hay ni habrá vacunas para el Perú, ni ahora ni en los próximos meses.

La vacuna contra el COVID-19 debió ser la prioridad para evitar más contagios y muertes. Pero nada se hizo, y claro, ahora se tiran la pelota. Vamos en la cola de los países de la región, y la única respuesta de Vizcarra es echarle la culpa al Congreso por sacarlo de Palacio de Gobierno, mientras la ministra Mazzetti sostiene que Chile tiene menos población que nosotros y que por eso le fue más fácil obtener las dosis. Para llorar.

El Estado y sus autoridades han fallado a los peruanos que seguirán muriendo en los próximos meses, y sus familias. Los responsables, en lugar de hacerse los indignados y aspirar con llegar al Congreso, como sucede con Vizcarra, deberán cargas con esas pérdidas que pudieron ser evitadas con una buena gestión. No hay pretexto. La dejadez, la ineficiencia y la mentira han reinado en uno de los momentos más duros de nuestra historia.