¡Bienvenido 2025! Ya sabemos que en el Perú será un año preelectoral y que tendrá derivaciones insospechadas. Sin embargo, aguardamos que los desafíos del Gobierno sean resueltos con prontitud y eficacia, algo que no se ha visto ni por asomo el año pasado.
Y en esta tarea debe apoyar el Congreso, que hasta ahora solo ha mostrado desidia y un afán desmedido por legislar a favor de sus intereses. Además ha puesto en evidencia un nivel de complicidad con el Gobierno al evitar enfrentar los problemas estructurales y desviar la mirada ante señales de corrupción. En lugar de actuar como un contrapeso y fiscalizador, se ha convertido en un espectador que se encoge de hombros mientras el país sigue hundiéndose en el abismo.
El 2024 fue un periodo que dejó mucho que desear, marcado por una preocupante inercia frente a cuestiones clave como la corrupción, la inseguridad y las demandas sociales insatisfechas.
El Perú no necesita líderes que perpetúen la crisis o que miren hacia otro lado. Necesita dirigentes capaces de reconocer la realidad, conectar con la ciudadanía y actuar con firmeza para afrontar los retos del país. Dina Boluarte y el Congreso tienen una oportunidad histórica en el 2025 para demostrar que son algo más que símbolos de desaprobación. La pregunta es si están dispuestos —y capacitados— para asumir ese desafío.