La práctica del Lawfare consiste en actos de oposición política que se manifiestan en las democracias con baja institucionalidad. Es una realidad extendida en varios países que afecta la salud de sus regímenes políticos, pues, afecta su percepción a ojos del ciudadano y promueve la aparición de candidatos antisistema que ofrecen una solución dictatorial. Desde el exterior observamos que la dinámica entre las fuerzas políticas acontece fuera de los parlamentos. En su interior, la oposición política tradicional viene perdiendo terreno a causa de síntomas comunes: ausencia de líderes con peso político, la crisis de representatividad de los partidos, su progresiva fragmentación y descomposición en tantas bancadas como sea posible. En la actualidad, la oposición proviene del activismo político desde las plataformas digitales y medios tradicionales en crisis por baja lectoría y de anunciantes.
En las asambleas iberoamericanas observamos por dentro a una mayoría de representantes sin el oficio parlamentario de sus predecesores; sin formación política, ni capacidad de comunicar ideas como tampoco el hábil empleo de la ironía para poner en evidencia a sus rivales; por fuera del legislativo, se práctica la difusión de una retórica opositora compuesta por influencers visibles y anónimos en las redes sociales y desde su celular, que no militan en un partido pero comparten similares líneas ideológicas. Unos monetizan y continúan por la generosa donación de sus fieles seguidores; otros desaparecen del servicio de YouTube, pero existen aquéllos que son financiados por intereses foráneos, con objetivos determinados y nada patrióticos. El Lawfare es una realidad que se manifiesta, progresivamente, de forma global.