Nicolás Maduro, ha abjurado de la democracia. El germen maléfico de la tiranía ya ha ingresado en sus entrañas y será imposible desalojarlo. Maduro no dudará en seguir corrompiendo funcionarios y emplear tácticas de persecución e intimidación a los opositores para conservar el poder. Es un hecho, el objetivo primordial de Maduro consiste en perpetuarse en el poder. El orden, la paz y el general sometimiento al “imperio de la ley” que pudo vivir Venezuela con Edmundo González y María Corina Machado. Son solo tristes imaginaciones. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que entró en vigor en 1976, y del que Venezuela junto a otros Estados forman parte, ha sido vulnerado por el régimen caribeño. El inciso b) del artículo 25 del Pacto dice: “Votar y ser elegidos en elecciones periódicas, auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores”. Maduro desprecia toda regla democrática. Mientras tanto, el mundo civilizado condena el golpe de Estado y millones de venezolanos que sufren el desplazamiento forzoso, seguirán lamentándose por alguna vez haber creído en el encantador discurso de Hugo Chávez; verdadero origen del problema. Hace unos meses, Maduro invitó a conversar a un político español (Juan Carlos Monedero) y a una celebridad de internet mexicana (Diego Ruzzarín) para “desmontar algunos mitos de la extrema derecha venezolana y mundial, y hablar del legítimo y trasparente gobierno de Maduro”. En España, México y Perú, Maduro encuentra aliados intelectuales. Monedero y Ruzzarín tienen mentalidad servil, y son los “ilustrados” que operan como secuaces del régimen.