La delincuencia y la inseguridad en las calles siguen haciendo estragos en nuestro país. El problema es que hay la sensación de que el Estado mantiene una actitud pasiva ante este panorama. Decir que se lucha contra la criminalidad está bien para un eslogan, pero si es imposible de hacerlo realidad se confirmará que el Gobierno es ineficiente.

Los robos seguidos de muertes, los secuestros, las extorsiones y los sicariatos que se ven todos los días en el Perú solo grafican el abandono del Estado en un aspecto clave de nuestra sociedad: la seguridad de la población. A partir de aquí se nota que no hay planes concretos, con cifras y objetivos tangibles. A estas alturas, incluso decir que el Gobierno está a la expectativa para resolver este grave problema, sería ya ensalzarlo.

La clase política debe tomar medidas urgentes para solucionar esta terrible situación porque de eso depende también que el aparato económico vuelva a crecer. Hace un tiempo, un candidato a la presidencia pidió que “los congresistas sufran la inseguridad ciudadana como cualquier vecino para que legislen con mano dura”. Será difícil porque solo legislan a favor de sus privilegios.

Lo peor es que ya se escucha a extremistas con el objetivo de hechizar a los electores con disparates, bravocunadas, insultos, agresividad y violencia. Puro floro incendiario. Es que ya vienen las elecciones presidenciales. Todos tendrán planes. Todos prometerán lo increíble. Tratarán de convencernos que bastará con desearlo para que aparezcan las soluciones. Como decía la escritora británica Mary Ann Evans: “Se acercan las elecciones. Se declara la paz universal y los zorros muestran un interés sincero por prolongar la vida de las aves de corral”.

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