Recordemos que en octubre de 1980, la embajada del Perú en La Habana fue asaltada por un grupo de civiles cubanos que solicitaban asilo. Al negarse nuestro embajador a entregar a esta gente, Fidel Castro propició que 10,800 personas invadan la sede diplomática. Luego dejó que salgan a EE.UU. quienes “quisieran”. El dictador introdujo de contrabando centenares de maleantes avezados entre los “Marielitos”, que es como se llamó a estos inmigrantes.
La historia parece haberse repetido cuatro décadas más tarde, cuando luego de haber recibido oleadas de ciudadanos venezolanos trabajadores y educados, Nicolás Maduro, o Nicolás Podrido (usted decida), abre las cárceles y propicia la migración de malvivivientes, forajidos y criminales de la peor especie a Ecuador, Perú y Chile. No cabe duda que se trata de algo intencionado, un sabotaje no solo a nuestras economías, sino a la paz y seguridad ciudadana de nuestros países. ¿Habrá sido esta operación planificada con “el ‘Gallo”?… Recordemos que en política nada es casual.
Estos “maduritos”, o sea la temible organización “El tren de Aragua”, para citar sólo una entre muchas, se han dedicado a la extorsión, el gota a gota, el sicariato y el asalto a mano armada a vasta escala. Hoy la principal demanda y aspiración popular es que se termine con este trastorno social, con el reino del terror en las calles.
El fracaso de la estrategia del “Plan Boluarte”, implementada por el exministro Vicente Romero le ha costado el puesto. Y suponemos que si esta misma solo es maquillada por el nuevo titular del Interior, pues este correrá la misma suerte. De Bukele no se necesita importar sus métodos, porque nuestra realidad es peculiar. Lo que debemos de tener es la determinación de enfrentar a los “maduritos”, a esta escoria social, con un fuerte y decisivo liderazgo partiendo de la presidenta. A partir de él tendremos que hacer uso de nuestra inteligencia, firmeza y coraje, como lo hicimos para derrotar a SL y el MRTA.
Necesitamos paz, pero con firmeza.