El presunto suicidio del policía Darwin Condori Antezana, acusado de asesinar y descuartizar a la joven Sheyla Cóndor Torres en un departamento de Comas, lejos de cerrar el caso, debe ser el inicio de la adopción de medidas correctivas para, en primer lugar, hacer una depuración en la Policía Nacional que permita fumigarla de malos elementos como el ahora fallecido, que cargaba con una denuncia por violación sexual, pese a la cual seguía en actividad tras apenas seis meses de suspensión.
También debe implicar duras sanciones a los malos agentes de la Comisaría de Santa Luzmila que se negaron a recibir la denuncia de la madre de la joven asesinada, quien fue a pedir ayuda a la Policía Nacional ante la desaparición de su hija. Esa gente nunca más debería estar en una institución que se supone que existe para asistir a los ciudadanos en peligro, y no para que sus efectivos estén sentados en un escritorio calentando asiento y esperando el fin de mes para cobrar sus sueldos.
Lamentablemente, Condori y los malos efectivos de la Comisaría de Santa Luzmila no son los únicos agentes que jamás han debido vestir el uniforme policial. Cada cierto tiempo tenemos que informar de policías de todos los grados metidos en bandas criminales, de generales como los que cuidan las espaldas al prófugo Vladimir Cerrón o de esos otros que años atrás compraron al peso sus galones, al pagarle una coima a Pedro Castillo, según una hipótesis del Ministerio Público.
El problema es que en los sucesivos gobiernos no ha existido la voluntad política de hacer una reforma a fondo en la Policía Nacional pese al grave problema de inseguridad, y menos en la administración de Dina Boluarte que no encuentra el rumbo en nada, especialmente en el sector Interior, que está a cargo de un personaje como Juan José Santiváñez, al que cada fin de semana le sacan audios que se esfuerza en afirmar que son falsos, aunque pasan los meses y no muestra evidencia alguna de eso.
El asesinato de Sheyla Cóndor tendría que marcar un punto de quiebre. No podemos seguir con una Policía Nacional marcada por la presencia de delincuentes, desde criminales y violadores; hasta coimeros y encubridores de prófugos. Ayer el ministro Santiváñez ha dicho que los buenos policía son más. No tengo la menor duda, pero los frutos podridos tienen que salir, y si son repuestos por orden de un juez, pues envíenlos a cuidar a esos magistrados y a sus familias para no exponer al resto de ciudadanos.