Cuando el gobierno parece habitar un mundo paralelo, se le critica la desconexión con la realidad cotidiana. Esto suced cuando los líderes parecen no entender o ignorar la dimensión e implicancias de los problemas reales que agobian a la población, o cuando toman decisiones no alineadas con la gravedad o las urgencias. Estar en un mundo paralelo refleja falta de empatía o de entendimiento de quienes deben gobernar para proteger el valor máximo de la vida. El paro de transportistas de este jueves ha sido severa advertencia, la población tuvo un sentimiento ambivalente entre la necesidad de ir al trabajo y el deseo de que la paralización tuviera éxito para que el gobierno reaccione ante el drama que viven los grandes empresarios pasando por los medianos y hasta los informales ambulantes y carretilleros obligados a pagar de dos a cinco soles diarios. Una infamia que se reproduce y crece con amenazas que se concretan en asesinatos de gente inocente. Cuando se llega a este punto la seguridad pública, el bienestar social y el orden económico son seriamente afectados, las personas temen por su vida y su libertad de movimiento se ve restringida. La sociedad, más allá del miedo, debe complementar los esfuerzos de las autoridades. Fortalecer la cultura de la legalidad, rechazar y denunciar la corrupción que hace el juego a la delincuencia, la de policías, fiscales y jueces que ponen en libertad a los presos a pesar de la flagrancia. Sobre todo es esencial la organización comunitaria para apoyar políticas públicas, entregar recomendaciones y exigir transparencia monitoreando la actuación oficial a través de las redes sociales, evitando información falsa o violenta. Que el gobierno y sus ministros bajen de su nube. Creen que los extorsionadores están retrocediendo y los periodistas crean el peligro. No es así, lamentablemente.