En este momento el dictador Nicolás Maduro debe estar muy feliz luego de que en la lejana Lima la presidenta Dina Boluarte mandó a su casa de forma más que sorpresiva al hasta hace poco canciller Javier González Olaechea, quien alzó la voz desde Washington y fue uno de los primeros en denunciar el fraude en Venezuela mientras otros países hacían malabares verbales para no llamar por su nombre al escandaloso robo de elecciones que busca perpetuar la vigencia de la tiranía chavista.

Parece que a la mandataria y a su premier Gustavo Adrianzén no les gustó tener a un canciller que dijo las cosas por su nombre e hizo creer al mundo que en el Perú, todo vestigio del nefasto gobierno de Pedro Castillo y su socio Vladimir Cerrón había quedado atrás. Lamentablemente, esta postura firme le ha costado el cargo a quien además estaba al frente del trabajo previo a la realización de la Cumbre de Líderes del Foro Económico Asia Pacífico (APEC) que se llevará a cabo en Lima en un par de meses.

Quizá a la mandataria se le salió su corazón rojo y chavista, ese que la llevó a ser candidata de una plancha presidencial pirómana, encabezada por un rojo radical como Castillo, un aliado del Movadef y tírete de Cerrón que soñaba con acabar con la democracia e implantar una tiranía afín a la que desde 1999 manda en Venezuela, un país antes rico que hoy es una ruina y de donde han salido millones de personas a diferentes países, hartas del hambre y la falta de libertades.

Pero sacar a González Olaechea no ha sido lo peor. Lo es el hecho de haber puesto en su reemplazo a un diplomático de carrera como el embajador Elmer Schialer Salcedo, quien entiendo que tiene muchos méritos profesionales y personales, pero que en sus primeras intervenciones no ha hecho más que sembrar dudas sobre su postura respecto a Venezuela. Sus primeras expresiones del martes y su intento de aclaración de ayer parecen venir, más bien, de un ministro del golpista Castillo.

La mandataria ha cometido un gran error por razones que quizá nunca sepamos, esto para felicidad del dictador Maduro, quien ahora tiene una voz menos que lo exponga ante el mundo como lo que es: un tirano y ladrón de elecciones a través de un escandaloso fraude que acá han sido avalado por penosos personajes como Guillermo Bermejo y María Agüero. Sin duda ha sido un disparo a los pies de la señora Boluarte. ¿Hubo presiones desde Caracas? ¿Cerrón metió la mano desde su guarida?