El 23 de julio de 1973 fue el inicio del ocaso del presidente estadounidense Richard Nixon al negarse a entregar las grabaciones que lo implican en el sonado caso Watergate que, un año después, el 8 de agosto, en un acto sin precedentes en la historia del país, tuvo que renunciar. Lo hizo por el escándalo de las referidas grabaciones sistemáticas digitadas desde la propia Casa Blanca en el condominio Watergate que tenía en uno de sus pisos la sede del Comité Nacional Demócrata para filtrarles información. Cuando la causa penal seguía su curso uno de los acusados envió una carta al juez revelando presiones políticas desde el gobierno. El caso llegó a la Cámara de Representantes que abrió un impeachment –juicio político- a 7 personas, entre ellas, al propio Nixon que buscó valerse de su inmunidad para no entregar las grabaciones –cerca de 3700- y el Tribunal Supremo lo conminó a hacerlo. Antes que el caso pase al Senado, Nixon decidió alejarse. Gerald Ford luego de asumir la presidencia lo indultó. Brillante estudiante y político espectacular. Vencido en las urnas por John F. Kennedy, a su turno Nixon hizo una de las más extraordinarias políticas exteriores del país en su historia. Apoyado por el eminente Henry Kissinger, su secretario de Estado, Nixon comenzó la retirada digna de sus tropas en Vietnam, y jaqueó a la Unión Soviética abriendo espacios con China. Su jugada maestra para ingresarla por Taiwán en el Consejo de Seguridad y el viaje histórico a Pekín, lo llevaron al estrellato, pero lamentablemente terminó estrellado. El costo de la mentira y la falta de transparencia siempre liquidan y Nixon no pudo evadir su responsabilidad.

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