Me preguntaron si es verdad que no hay zurdo malo. Siendo zurdo con el pie y creo que bueno en la cancha, dije que es cierto, pero también que toda regla tiene excepciones. Contrario sensu, no todas las izquierdas que vemos accediendo al poder por estos tiempos, son malas, pues así concebidas será lo mismo que hallarse dominados por el prejuicio conceptual e ideológico que es realmente tan perverso como creer ciegamente que todas las derechas son buenas. Pude haberlo dicho al revés por lo que en realidad hay derechas e izquierdas tan buenas como malas, nada más que la mayoría de las veces, ambas son percibidas con una carga de subjetividad y antagonismos impresionante que es la única explicación que hallo por la que se muestran recíprocamente intolerables. Pero toca hoy hablar de la izquierda pues dominando el tablero geopolítico de América Latina con la reciente elección de Gustavo Petro en Colombia y la altamente probable victoria de Lula en Brasil, en octubre próximo, es legítimo que nos preguntemos de qué izquierdas estamos hablando en nuestra región. No será difícil que mirando nuestro mapa político veamos que las hay desde la muy rojas como Cuba, Nicaragua o Venezuela, que siguen resistiéndose al cambio enarbolando el trillado marxismo, leninismo y maoísmo de los años 60 del siglo XX que, concibe los cambios desde una pura observancia dialéctica, base metodológica para sostener a la lucha de clases como el camino hacia el comunismo, que seguiré diciendo que no existe, hasta aquellas naciones cuyos gobiernos menos utópicos o si prefiere, más realistas, mirando a la China del siglo XXI, heredera de Deng Xiao Ping, y capitalista hasta los huesos, se pintan de rosado -es el caso de Chile, Colombia y el Perú- porque aceptan el capital como la base económica para su crecimiento y desarrollo, y eso sí, no abandonan por ningún motivo, el discurso social, históricamente de enorme rentabilidad política. La izquierda está con suerte y sin que sea satanizada y sin tregua, está obligada a no mostrar zurdos malos en el poder político. Las nefastas y demagógicas medidas populistas que decidieron en nuestra región a inicios del siglo XXI no deben repetirse. Si lo hacen, serán inexorablemente castigados con el mismo hartazgo y desilusión que pesa hoy sobre la derecha desplazada pues la tenencia del poder es cíclica.