La agenda propia que impulsan algunos sectores del Congreso no encuentra freno en el propio Parlamento porque se ha erigido una especie de simbiosis donde unos apoyan a otros a cambio de la fuerza de los votos.

Sí, lo dicho líneas arriba es la definición de la labor de un Congreso, y de la política en general, que consiste en llegar a consensos, pero alguien debe ponerle freno a las aquellas normas que hacen más daño que bien como el nombramiento automático de más de 14 mil profesionales de la educación que fueron cesados por no rendir las pruebas  de evaluación docente o las desaprobaron.

¿Qué hay detrás de esta norma, aprobada con 101 votos a favor, que afecta a los niños y adolescentes del Perú?

Pues que estos 14 mil profesores -y al menos la mitad de sus familias- son un gran bolsón de votos, a diferencia de los niños, a quienes van a someter a las veleidades de alguien que no ha cumplido los requisitos mínimos para enseñar, que no votan.

Es igual con las leyes sancionadas que “declaran de necesidad pública” cualquier cosa que se le ocurra a algún parlamentario, ya sea crear un distrito o una universidad. Solo sirven para que el promotor se jacte de ellas e intente conseguir más votos o seguir vigente aduciendo “mira, yo hice esto por ti”.

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