Qué difícil es en el Perú darle el voto a un partido o agrupación política. No lo digo porque haya mucho que analizar, sino por la escasez de simpatía. Solo nos queda elegir al personaje, ¡y vaya que no hay mucha diferencia! La gran pregunta es en qué momento se jodió la fiesta electoral.

Allá los ilusos que proponen el voto en blanco o nulo para forzar la anulación de los sufragios congresales del 26 del presente. Centrémonos en el fondo, no en la forma de nuestra crisis existencial política. Hemos llegado a una situación extrema en la que las simpatías políticas por los futuros candidatos apenas rozan los dos dígitos de respaldo ciudadano.

Algo debe cambiar en nuestro país para que volvamos a las urnas con la ilusión puesta en la alternancia o la continuidad de un modelo político-económico-social. Y tal vez se me ocurre que un nuevo Congreso, con la debida madurez, puede devolvernos aquel brillo perdido en las últimas décadas. No queda de otra.

Nos estamos jodiendo la vida, o, mejor dicho, nos están jodiendo la vida; cada vez que llegamos a la cabina de sufragio tapándonos las narices; cada vez que el hedor de la campaña se impregna en los centros de votación; cada vez que en los actos proselitistas los candidatos utilizan una sarta de estrategias para cautivar a simios.

Seamos francos. Démonos una oportunidad de volver a creer en las personas. Sí sé, este país puede parecer no tener solución, pero debemos intentar salir del hoyo. No esperemos eso de un político, por más buenas intenciones que vocifere. Empecemos por nosotros mismos. No nos jodamos más.

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