Las elecciones regionales y municipales del 2 de octubre, se han desarrollado con normalidad y sin mayores incidentes. Aunque en un claro ambiente de polarización, avanzamos en construir ciudadanía.
De los primeros resultados se desprenden algunas conclusiones que perfilarán la conducta política los siguientes años.
Los partidos políticos nacionales y tradicionales son los principales derrotados en esta jornada electoral. La derrota es de todos los colores y tendencias.
Las campañas se organizaron en torno a nombres, gestos e incluso insultos y procacidad, sin que se planteara propuestas programáticas ni objetivos claros en ningún debate electoral. Claramente, la mezquindad se impuso frente a la política.
Entre los candidatos hoy electos, hay quienes tienen serias acusaciones de presuntos delitos en particular corrupción, morosidad o evasión frente al pago de sus impuestos, temas que no merecieron la preocupación de la población, vistos los resultados
La promesa de la detención de cientos de presuntos delincuentes, la persecución de extranjeros migrantes o el ofrecimiento de obras y políticas que no estaban dentro de las funciones de los cargos a los que postulaban, muestran un grave desconocimiento del funcionamiento público, lo que nos hace dudar de la calidad de las gestiones que se inician, salvo alguna excepción.
Las opciones políticas de izquierda o cuestionadoras de la política neoliberal han desaparecido de los primeros lugares, resultado de la falta de acuerdos políticos consecuencia de posiciones mesiánicas e intolerantes entre ellas y también, porque la ciudadanía los identifica como parte de quienes apoyan la gestión del Presidente Pedro Castillo.
Como aspecto positivo se observa un relevo generacional en las agrupaciones y Partidos, esperemos que para mejor. Aunque también se requiere señalar que tales cambios en partidos son signo de debilidad institucional, la política sigue siendo una actividad necesaria para definir camino y objetivos del país.