Ha hecho bien el Congreso del Perú en declarar persona no grata al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO), un pobre señor que pasará a la historia de su país y del continente como un escudero y apapachador de un vil golpista como Pedro Castillo, quien quizá haya sido el peor mandatario de nuestra historia, además del cabecilla de un gobierno corrupto que, según colaboradores eficaces como su exsecretario Bruno Pacheco, recibía coimas a manos llenas y en efectivo.
Si tenemos en cuenta que el Congreso, por más rechazado que sea, está conformado por 130 legisladores que representan a los 33 millones de peruanos, tendremos que asumir que la mayoría de peruanos rechazamos al gobernante mexicano que es toda una vergüenza para la región al haberse puesto del lado de un golpista y desconocer que luego de la vacancia de Castillo, se dio un relevo dentro del marco de la Constitución que llevó a Dina Boluarte a Palacio de Gobierno.
Recordemos que si no hubiera sido por la rápida reacción de las instituciones democráticas del Perú y en especial de la Policía Nacional que no dudó en arrestar a Castillo en plena huida junto con su familia, hoy el golpista de Chota estaría cómodamente asilado en México al amparo de AMLO, sacándole la lengua a la justicia peruana en lugar de permanecer donde hoy está de acuerdo a ley: en el penal Barbadillo, lugar en el que estará encerrado por muchos años.
Desde hoy el presidente mexicano es oficialmente un impresentable para los peruanos, un apestado de acuerdo a una decisión del Congreso que pese a sus graves falencias, representa a todos los ciudadanos. No quedaba otra salida ante las reiteradas intromisiones de un sujeto que en lugar de atender los graves problemas que tiene en su país, ha optado por meter la mano en la política interior del Perú, al extremo de hacer grandes ridículos internacionales indignos de cualquier jefe de Estado.
Si al presidente mexicano le agrada –como ha dicho– o le desagrada el ser un apestado para los peruanos, realmente no debería interesarnos. Lo que sí sería importante que haga más allá de sus palabras, es que de una vez suelte la presidencia de la Alianza del Pacífico que hace tiempo viene usurpando. La responsabilidad le corresponde al Perú, tal como lo ha reconocido incluso Chile, así que no queda espacio para caprichos ni malcriadeces de un señor que ya debería irse a su casa a descansar, por el bien de su país y de la región.
Hoy el golpista de Chota estaría cómodamente asilado en México al amparo de AMLO