El 2 de mayo se conmemoró el Día Mundial del Atún y, a propósito de esta pesquería, un dato que ha pasado desapercibido es la importación de conservas de este recurso que provienen de Tailandia, Ecuador y China, ubicándose en el segundo lugar de las importaciones pesqueras después de los productos congelados, según el Anuario Estadístico de Pesca y Acuicultura de PRODUCE del 2021.

Esto no llamaría la atención si no fuera porque el mar peruano, que es uno de los 5 más productivos del mundo, alberga en sus aguas una gran cantidad de este recurso. Sin embargo, el atún está disponible cerca de la costa peruana solo 3 o 4 meses al año, encontrándose el resto de los meses en altamar. Esto último, impide a la flota peruana atunera poder realizar sus faenas debido al elevado costo del petróleo, más aún en un contexto como el actual.

Por ello, para revertir esta situación, en lugar de distraer la atención con medidas ajenas a las necesidades reales de los peruanos, como lo es la Asamblea Constituyente, se podrían diseñar políticas públicas que promuevan, por ejemplo, el crecimiento y desarrollo de la industria atunera peruana, ya que en la actualidad solo se capturan 10 mil TM promedio al año en comparación a las 220 mil TM de Ecuador.

En esa línea, una medida que fortalecería a la industria nacional de atún, y que está pendiente hace años, es la eliminación del Impuesto Selectivo al Consumo (ISC) al combustible a través de un mecanismo de reintegro tributario, lo que nos permitiría pescar en altamar y capturar así 100 mil TM pero, sobre todo, pasar de generar 17 mil empleos a 70 mil puestos de trabajo en un corto plazo, y cuadriplicar nuestras exportaciones de atún.

En un país como el nuestro, con altos índices de anemia y desnutrición, donde la población hace malabares para salir de la crisis en la que nos encontramos, el no promover una industria nacional de atún es otra oportunidad perdida.