No solamente Francia y Europa viven días de pánico colectivo; también está sucediendo en otras partes del mundo. Luego de los horrendos sucesos en París del último viernes, una estampida humana apareció de un momento a otro mientras la gente rezaba en uno de los siete lugares donde el Estado Islámico de Iraq y el Levante atentó contra gente indefensa en las calles de la Ciudad Luz. Por si fuera poco, al otro lado del mundo, en la Universidad de Harvard, en los Estados Unidos de América, cundió la información de que habían colocado una bomba en uno de sus edificios y que felizmente luego resultó ser una falsa alarma. El miedo imperante está apoderándose de la gente y eso no está bien. Ayer, el presidente de Francia, Francois Hollande, ha dirigido un mensaje en el Parlamento francés y en sus primeras palabras ha reiterado que su país está en guerra contra el EI y que no van a desmayar hasta vencerlo. Creo que era necesario que el propio Jefe de Estado saliera al frente para transmitir valor y fortaleza a su pueblo, profundamente doblegado con el ataque terrorista en que murieron 129 personas. Nosotros los peruanos sabemos perfectamente la sensación que produce el terror colectivo pues durante los años ochenta y parte de la década de los noventa experimentamos el impacto de los ataques con coches-bomba que Sendero Luminoso aplicaba de modo inmisericorde por las calles de Lima y del interior del país. No se puede ocultar que los yihadistas han alterado el statu quo de tranquilidad internacional, pero es razón suficiente para que se promueva una acción conjunta donde Washington y Moscú tengan el nivel de coordinación esperado.