Hoy se inicia la cuarta semana de la etapa oral del juicio contra el expresidente Pedro Castillo por el quiebre del orden constitucional fallido del 7 de diciembre del 2022, y si algo va quedando claro es que el golpista, embarrado hasta el cuello, está tratando de armar un circo barato para impedir a toda costa que el proceso continúe y que se dicte la sentencia que todo el país espera.
El expresidente puesto en el poder por Vladimir Cerrón, Perú Libre y la izquierda, ha dicho en las pasadas tres semanas que no tenía abogado, por lo que le pusieron uno de oficio, que está secuestrado, que está afrontando el proceso en contra de su voluntad (¿algún inculpado está feliz con ser sentado en el banquillo?) y que es un perseguido político.
La última de sus tretas ha sido someterse a una huelga de hambre que abandonó a los pocos días, y más tarde salió con que no está bien de salud, aunque los médicos del penal Barbadillo dicen lo contrario, salvo un ligero malestar en la espalda que no imposibilita su presencia en las audiencias. Puro circo, pura victimización.
Y mientras tanto, los pocos escuderos del último golpista de nuestra historia tratan de buscarle el ángulo recto al círculo para intentar decirnos que lo que vimos en televisión no fue un quiebre de la legalidad y el Estado de derecho, sino una simple e inocente “proclama”.
La justicia peruana tiene que fijar un precedente y dejando del lado el show que trata de armar un actor de poca monta, debe seguir firme hasta dictar una sentencia irrefutable para cualquier persona con dos dedos de frente.