Nadie en su sano juicio podría estar en contra de los reclamos de los transportistas y de todos aquellos empresarios (grandes y chicos), comerciantes, emprendedores y ciudadanos en general que están siendo víctima de cobardes extorsionadores que los amenazan con atentar contra su integridad y las de sus familias, o simplemente atacar sus locales, si no les entregan dinero. Esta modalidad de delincuencia ha costado vidas en Lima y diversas regiones, donde ya es parte del paisaje.
Sin embargo, quienes exigen soluciones tanto al Poder Ejecutivo como al Poder Legislativo, cometerían un grave error si permitieran que a sus legítimos reclamos se les suban políticos especialmente de izquierda que están tratando de utilizar la indignación que existe contra la ola de violencia que padecemos, para obtener notoriedad y a la larga llevar agua para su molino. Los hemos visto asomando en las movilizaciones del paro de fines de la semana pasada. Han aparecido con comunicados en redes sociales y con pancartas en las calles.
Un reclamo justo, como es exigir medidas para neutralizar a los extorsionadores que matan y dañan la economía de quienes luchan todos los días por salir adelante, no debería tener nada que ver con quienes tratan de incendiar al país para obtener poder a fin de meter por las rendijas su agenda política, como es el imponer una nueva Constitución que nos lleve por la ruta del descalabro político, social, económico y hasta humanitario, tal como viene sucediendo en países que ya todos sabemos cuáles son.
No se pongan en bandeja ni se regalen ante políticos y politicastros desesperados por treparse a cualquier reclamo contra el gobierno y el Congreso, a fin de tratar de recobrar vigencia en medio de la ola de violencia, y salir del descrédito en que se encuentran tras haber llevado al poder a un inepto y corrupto como Pedro Castillo a través del partido de un delincuente como Vladimir Cerrón, uno preso por golpista y el otro evadido de la justicia desde hace un año, respectivamente.
Los primeros interesados en marcar distancia con los políticos oportunistas que se quieren subir al carro de sus protestas y paralizaciones, deberían ser los propios transportistas que están siendo baleados en las calles, salvo que les hayan ofrecido ser parte de algunas listas al Congreso y estén interesados en ello, con lo cual se desvirtúa por completo su justificado reclamo por la inseguridad en las calles que todos sufrimos y queremos ver erradicada lo más pronto posible.