En el primer semestre de 2013, al gobierno de Ollanta Humala y Nadine Heredia no se le ocurrió nada mejor que estatizar, sí, estatizar, Repsol y su refinería La Pampilla, lo que en su momento era visto como un viraje de la moderación hacia el estatismo y el chavismo que el comandante parecía haber dejado de lado durante la campaña que ganó en 2011. Era una vuelta a los tiempos jurásicos del Estado empresario. Al final, en medio de un gran escándalo y quejas de sectores empresariales, la propuesta abortó.
Hoy, más de once años después, el gobierno de Dina Boluarte da luces de estar dispuesto a dar un salto al vacío como el que finalmente no dio la llamada “pareja presidencial”, al tener la intención de erradicar a un directorio serio y transparente en Petroperú que ha presentado alternativas a la crisis de la petrolera estatal, para en su lugar colocar al frente de la misma a gente muy cuestionada que ha sido parte de este proceso de hundimiento de la compañía que se ha convertido en un lastre para todos los peruanos.
Nadie que quiera una salida viable y seria al problema de Petroperú puede tener como alternativas a Pedro Chira como presidente del directorio, y al exministro de Energía y Minas, Óscar Vera Gargurevich, como gerente general. Recordemos que este último es empleado de la compañía. Sin duda, esto parece una tomadura de pelo del gobierno de la señora Boluarte a la que le salió la entraña estatista del ideario de Perú Libre, gracias al que fue elegida con los votos de la izquierda.
Lo que podría venirse ahora es un manejo deficiente, en otras palabras, más de lo mismo que ya fracasó. Y, lo que es peor, un tremendo despilfarro de recursos públicos para mantener operando un elefante blanco que solo se dedicará a absorber y absorber el dinero de todos los contribuyente para continuar viviendo con oxígeno artificial. Lo que se esperaba era que se declare la quiebra de la compañía o la reestructuración con criterios de empresa privada. Con Chira y Vera, esto sería imposible.
El viraje de Boluarte es muy grave, pues además de la plata que nos costará a todos los peruanos, el gobierno está enviando un pésimo mensaje a los agentes económicos. ¿Qué dice el premier Gustavo Adrianzén? ¿Alguna palabra del ministro Rómulo Mucho o de su colega José Arista de Economía y Finanzas? ¿Este último abrirá el caño de recursos para satisfacer la voracidad de una compañía quebrada que sería manejada por gente que solo se dedicó a hundirla más en el fango?