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Un partido popular reconoce que la base de toda organización social es la familia y por ello la protege jurídicamente, fortaleciéndola a través de políticas públicas que dan origen a un enfoque familiar para el Estado. En tal sentido, la política popular es siempre una política que promociona a la familia como célula básica de la sociedad. La familia ocupa el primer lugar en el interés de los peruanos, el puesto relevante en la lista de preocupaciones de todos los electores. La familia es la escuela de vida, el primer y último reducto de la verdadera libertad, la institución que garantiza la continuidad de la Peruanidad. La familia es la primera escuela de Peruanidad porque socializa antes y mejor que el Estado. Este extremo no es ignorado por sus enemigos, todos defensores de ideologías sectarias que ven en la destrucción de la familia un objetivo político de primer orden.

En efecto, la desintegración de la familia ha sido el objetivo de numerosos movimientos políticos a lo largo de la historia. El primer radicalismo laicista se presentó en el centenario de nuestra historia. Ese jacobinismo ha retornado para el Bicentenario. Con argumentos similares recubiertos bajo una pátina pseudo científica, los enemigos políticos de la familia pretenden relativizarla aplicando el viejo voluntarismo liberal a una nueva construcción teórica: la ideología de género. Incapaces de reconocer las contradicciones del voluntarismo ideológico (que son propias de cualquier escenario en el que las voluntades colisionan), los defensores del modelo voluntarista se oponen a la realidad biológica y optan por transformarla en un dato secundario, en una superestructura de la voluntad.