Gustavo Francisco Petro Urrego, nacido en Ciénaga de Oro, Córdoba, al norte de Colombia, y exguerrillero (miembro del M-19), ha ganado la presidencia de su país en su tercer intento -antes lo hizo en 2010 y en 2018-, convirtiéndose en el 42° mandatario de su historia republicana. Economista y con 62 años, advirtiendo el creciente miedo que se había alzado sobre su candidatura, hábilmente tuvo que irse al centro para ganarse a los desencantados con los deslices del ingeniero Rodolfo Hernández -excesivamente pragmático y notoriamente poco articulado, no tenía el perfil de entendido en aspectos técnicos que sí se vio en Petro-, y a los sectores agrícolas y ganaderos que visitó audazmente durante la segunda vuelta luego de ser visto como un candidato citadino, para conseguir la victoria que lo convierte en inquilino de la Casa de Nariño por los próximos 4 años.
Pero realmente ¿qué significa su giro hacia el centro? Pues que los colombianos no han votado por ideologías -es lo que dije que pasó en Perú-, sino por un cambio, con un gobernante que sea capaz de hacer realidad la auténtica redistribución de la riqueza que jamás se ha hecho en Colombia por los partidos políticos tradicionales que han tenido el monopolio del poder y que, además, sin suerte, sumió a la nación cafetera en una violencia estructural por medio siglo por la fractura y por la subversión. La fotografía de la victoria de Petro, entonces, no es nueva en nuestra región. En efecto, si analizamos el resultado de ayer sin prejuicios y con el eclecticismo que nos exige la academia, concluimos que es la consecuencia del mismo desencanto, hartazgo y rechazo que hemos visto en nuestros países de la subregión en los últimos tiempos.
Si Hernández hubiera sido un mejor candidato también pudo haber ganado y no porque no fuera de izquierda. Ha contribuido en el triunfo de Petro la irrebatible ciclicidad de la tenencia del poder que no es perpetua. No se debe perder de vista que, así como se gana también se pierde y esa es la verdad incontrastable desde la ciencia política que siempre recuerdo a mis amigos de la derecha y la izquierda pero que no entienden. Petro ya no es candidato sino presidente electo de Colombia y su primera postura debe ser la de equilibrio para acabar con la polarización que produjo la campaña y la segunda, gobernar para todos sus compatriotas.