La política peruana necesita un enfoque pragmático para abordar los desafíos urgentes que enfrenta el país. La inseguridad ciudadana, la crisis económica, la pobreza, la desnutrición infantil y el caos vehicular requieren soluciones inmediatas que trasciendan las divisiones ideológicas. Adoptar un enfoque pragmático implica centrarse en lo que funciona, basado en evidencias y resultados, en lugar de adherirse a dogmas que pueden estar desfasados o ser ineficaces en el contexto actual del Perú.
Uno de los principales beneficios del pragmatismo en la política es su flexibilidad y capacidad de adaptación. Esto permite tomar decisiones informadas y eficaces, ajustando políticas en respuesta a los resultados observados y las necesidades cambiantes de la población. Al desligarnos de las ideologías rígidas, podemos abrir espacio para soluciones innovadoras y efectivas que realmente aborden los problemas del peruano de a pie.
El liberalismo, adaptado a la realidad peruana, es perfectamente compatible con el pragmatismo político. Un enfoque liberal que respete la vida, libertad, la propiedad y el libre mercado puede coexistir con un pragmatismo que busca resultados concretos y tangibles. Este híbrido puede generar la estabilidad que buscamos.
Las soluciones deben implementarse con urgencia por medio de políticas de gobierno, sin descuidar una visión a largo plazo por medio de políticas de Estado. Este equilibrio entre la acción inmediata y la planificación a largo plazo crea una nueva corriente del pragmatismo.