Las imágenes del estadio nacional en las que a la entrada los asistentes con máscaras guardan al menos un metro de distancia pero una vez en la tribuna están amontonados, algunos con y otros sin máscara, son la analogía perfecta a lo que ocurre en los mercados y ocurrirá en los colegios. La pretensión del Minedu y del Minsa de que los profesores se conviertan en policías del distanciamiento social y uso de máscaras es tan inviable como la del estadio.

Imaginemos una escena en la que dos adolescentes están agarrados de la mano o besándose. ¿Qué debe hacer el profesor? ¿Retirarlos del aula o del colegio? ¿Suspenderlos? ¿Acusarlos ante los padres por incumplir las normas? ¿Desaprobarlos en conducta? Y si se trata de niños de 4 o 6 años que juegan juntos ¿tienen que separarlos cada vez que se acercan en cada minuto de su vida escolar? Imaginemos ahora que dos o más niños comparten alimentos y además no están distanciados dos metros. ¿Qué debe hacer el profesor ante el desacato? ¿Quitarles la comida? ¿Castigarlos por compartir?

Los países que evidencian mayor inteligencia normativa entienden los límites de las normas para resolver situaciones como estas y colocan mucho más peso a los mensajes referidos al autocuidado y autorregulación de la conducta de las personas. Con mayor sentido de realidad, van abandonando las restricciones de aforo y las demandas de distanciamiento social en los colegios e inclusive la obligación del uso de máscaras en espacios públicos no cerrados (como por ejemplo en los colegios corresponderían al recreo al aire libre y las actividades deportivas).