Es de esperarse que para la farsa de nueva toma de mando del dictador Nicolás Maduro como presidente de Venezuela para el periodo 2025-2031, que se llevará a cabo el próximo 10 de enero en Caracas, el gobierno del Perú no envíe a representante alguno a esa ceremonia, pues la sola presencia de alguna autoridad de Lima política o diplomática convalidaría a un régimen emanado de elecciones fraudulentas como la que el mundo democrático y civilizado ha condenado.

La presidenta Dina Boluarte y su canciller Elmer Schialer cometerían un error muy grave si deciden enviar a dicha ceremonia a algún ministro o representante diplomático, aunque sea un tercer secretario, pues nuestro país no puede ser cómplice de una dictadura que se ha robado las elecciones y se ha adueñado de un país para matar y saquearlo con la finalidad de mantenerse en el poder.

Que solo Cuba, Nicaragua, Corea del Norte, Yemén, Rusia y otros gobiernos apestados envíen a sus representantes a aplaudir a Maduro, el gran ladrón de elecciones del continente. Que el Perú esté presente sería una vergüenza para los ciudadanos de bien y una gran alegría para la izquierda peruana que tiene representantes en el Congreso.

El Perú, bajo ningún concepto, puede ir a aplaudir a Maduro, quien asumirá el mando parado sobre cadáveres, presos políticos y las huellas del descomunal robo de elecciones que ha cometido. No, señora presidenta, no le haga eso a nuestro país.