El presidente de Chile, Sebastián Piñera, acaba de pulsear la reacción ciudadana soltando la posibilidad de un nuevo aplazamiento del referéndum sobre el cambio de la Constitución de 1980, que fuera postergado por acuerdo político en marzo último, para que se realice en octubre de este año. Le ha salido el tiro por la culata y eso estaba cantado porque la gente lo que en el fondo quieres es que Piñera renuncie. Está claro que el mandatario mapocho subestima a la izquierda chilena que ha sido el sector más encendido del país desde que llegó al poder Augusto Pinochet por un golpe de Estado al presidente comunista, Salvador Allende (1973). La abrupta aparición de la pandemia del coronavirus en la agenda chilena y del mundo entero, cayó como anillo al dedo para los planes de Piñera. El referéndum debió realizarse el domingo 26 de abril pero fue sensatamente aplazado. Piñera aprovechó la preocupación ciudadana por el Covid -19 y sin pérdida de tiempo determinó el estado de catástrofe nacional por 90 días, es decir, dos veces el tiempo de una cuarentena regular en cualquier país del mundo, incluida la de China. Subestimar al pueblo es el mayor pecado de un político y Piñera lo sabe, pero mal aconsejado ha declarado muy subliminalmente llevar la consulta ciudadana para los primeros meses de 2021. Su objetivo es estrechar el mayor margen posible con el final de su mandato que será el 11 de marzo de 2022. Reitero que Piñera no es un mal presidente pero también que está completamente desgastado y que lo mejor que pudiera hacerle al país es dar un paso al costado. El clima político que está propiciando para dilatar un referéndum surgido como válvula de escape por la convulsión social iniciada en octubre de 2019, podría consumar un mayor rechazo político al presidente y hasta afectar la votación de los que defienden mantener a la Carta Magna.