La ciudad ucraniana de Mariúpol, a orillas del mar de Azov, es la más masacrada por las fuerzas rusas en lo que va de una guerra camino a los 75 días. No es casualidad o mala suerte para su población, que antes de la guerra llegaba a los más de 450 mil habitantes y que por el conflicto, se ha visto reducida ostensiblemente. Nada de eso. Los rusos, muy confiados por dominar su área de influencia, desde el comienzo han buscado neutralizar las costas de Ucrania en la idea de dominar los tres escenarios de una conquista militar: tierra, mar y aire. Pero en adición está el carácter estratégico de Mariúpol pues se trata de la capital de la metalurgia ucraniana y por ende, la base del desarrollo industrial del país. Por alguna razón es conocida como “La capital del acero” de Ucrania, hallándose entre las 10 ciudades más importantes del país. Los acuerdos de hace menos de 48 horas de establecer una tregua para la evacuación de la población civil no han sido respetados. Moscú lo niega rotundamente. No se trata de buscar a cuál de las partes en combate creer. Lo único incontrastable es que el acecho y los ataques del ejército invasor no se han detenido y los resultados de ese incumplimiento han sido denunciados a gritos para que la comunidad internacional tome nota de que se está faltando al principio jurídico del derecho internacional denominado pacta sunt servanda -no solamente se aplica para el cumplimiento de los tratados- que se traduce como el “fiel cumplimiento de la palabra empeñada”. Desconocer las reglas básicas del derecho internacional humanitario coloca a las partes en pie de guerra en una posición marginal a las normas internacionales y eso es muy grave. La tregua pactada entre Moscú y Kiev que va hasta el día de mañana está por los suelos y esa realidad confirma que Rusia y Ucrania no toman en cuenta las reglas de la guerra de la misma manera. En efecto, desde que el 24 de febrero pasado Moscú iniciara la invasión de su vecino, no ha respetado un solo instante el derecho internacional humanitario que, conforme los Convenios de Ginebra de 1949, los civiles y en general los no intervinientes en los actos de guerra, deben ser protegidos como una exigencia. Creo que ello se debe al enorme hermetismo, casi hasta la locura, que debe estar pasando Vladimir Putin por no conseguir la esperada victoria.