Durante el último siglo, a pesar del durísimo golpe que la pandemia causó a la economía, se registró una disminución permanente de los tradicionales sindicatos en el mundo. Lo que ha evolucionado y no les ha gustado a muchos, ha sido el fortalecimiento de la clase media “pro mercado” que privilegia la propiedad privada, el progreso de su familia y el bienestar general. (No en vano el nuevo presidente izquierdista colombiano, Gustavo Petro, repite la frase “…cuando los pobres dejan de ser pobres y “tienen”, entonces se vuelven de derecha…”) y es por ello el libreto desesperado de conspicuos representantes de estas ideologías fracasadas en el mundo, por mantener la vigencia de la lucha de clases, la confrontación, y con ello, mantener el atraso y la pobreza general.
En el Perú, la informalidad laboral alcanza cifras mayores al 75% de la PEA y, del 25% de trabajadores “formales”, apenas un 4% esta sindicalizado y peor aún, solo un 9% del total paga algún tipo de impuesto. La carga tributaria con la cual se construyen los presupuestos públicos se asienta, claramente, en los hombros de unos cuantos peruanos.
A pesar de ello pareciera que, quienes han copado diversos cargos de poder, no terminan de resignarse y pretenden revivir su permanente plan de confrontación, generando ruido mediático, azuzando y alentando a instaurar la política de los gritos y el pleito a través del desprestigio de la clase empleadora, “enemiga” frontal de su predica divisionista y empobrecedora. Un claro ejemplo de este “libreto” es el que despliega la ahora congresista Sigrid Bazán, auto abanderada como la protectora de los sindicatos, otrora líder estudiantil, a quien no se le mueve un pelo para alentar la confrontación en lugar de promover que las partes en conflicto se escuchen con respeto, apertura y se alcancen soluciones bilaterales viables y posibles de ejecutar; en lugar de elegir señalar con el dedo acusador los actos de corruptela y repartija de obra pública y denunciadas coimas groseras de su ahora “protegido” gobierno de turno, elige el tratar de desprestigiar a la clase empleadora, afilando sus dardos -por ejemplo- en contra de un empresario respetable y serio, que genera miles de puestos de trabajo y riqueza para el país como resulta ser Carlos Rodríguez Pastor. Así, su lema y el de muchos pareciera ser: “Por un Perú bien revuelto, dividido, pobre y ¡que viva la confrontación!