Cada vez que un congresista es sorprendido en alguna irregularidad que tiene que ver con el ingreso a la planilla del Poder Legislativo de familiares, amigos, parejas, exparejas, parientes políticos, miembros del partido y demás personajes que no cumplen con los requisitos profesionales o están impedidos por ley de trabajar en el Estado, suele culpar al área de Recursos Humanos del Parlamento, que es la que en teoría hace el proceso de evaluación y autoriza el ingreso.
Más de una vez hemos visto a un legislador tratando de sacudirse de un nombramiento irregular, con un señalamiento directo a Recursos Humanos, por lo que hace tiempo alguna de las sucesivas mesas directivas del Congreso ha tenido que tomar medidas, pues parece que esa área se ha convertido en un brazo funcional de los “otorongos” que salen elegidos para beneficiar con trabajo en el Estado a la parentela y a los amigos. ¿O es que a nadie le conviene que esto cambie, para así poder hacer sus cochinaditas por tiempo indefinido?
El domingo último, el programa Panorama ha denunciado que Kelly Portalatino (Perú Libre) llevó al Congreso a trabajar a la hija de su niñera, pese a no cumplir con los requisitos establecidos en la norma. Meses antes Roselli Amuruz (Avanza País) fue señalada por dar empleo a familiares de su pareja. Si existen filtros para la selección de personal en el Poder Legislativo, estos están pintados en la pared y nadie los respeta, todo el perjuicio del ciudadano al que le meten la mano al bolsillo.
Si hubiese interés, desde hace mucho el Congreso ha debido ajustar el trabajo de su área de Recursos Humanos, para que no sea feudo de los sinvergüenzas que dan trabajo a sus allegados con sueldos que pagan todos los peruanos. De igual modo, ha tenido que crearse algún mecanismo seguro y discreto para que los trabajadores esquilmados por parlamentarios “mochasueldos” puedan denunciarlos como lo hacen a través de los medios que ya han tenido que hacer famosos a varios ladrones de la plata ajena.
El Congreso seguirá navegando en el mar del desprestigio y la lejanía con el ciudadano de a pie si permite, como hasta ahora, que los llamados padres de la patria, muchos de los cuales ni saben cómo han llegado allí y están seguros que nunca más volverán, aprovechan su paso por el poder para llenar sus bolsillos. Evitar este tipo de situaciones no es tan complicado. El problema es que nadie tiene la voluntad de tomar medidas que a la larga van a afectar a los “otorongos”, que no comen “otorongos”.