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¿Qué es mejor, hacer una presentación mostrando todas las fortalezas o virtudes del tema abordado o mostrar también sus debilidades y riesgos, incluyendo estrategias de control de daños? El sentido común diría presentar solo las bondades, para no perder puntos ante la audiencia mostrando las debilidades.

Adam Grant en el tercer capítulo de su libro “Originals” nos dice que lo contrario es lo cierto, que señalar los errores y posibles debilidades de la propuesta genera una mejor receptividad en los interesados o el auditorio. Plantea 3 razones. Una, es una forma de desarmar a los potenciales jurados o compradores de la idea que suelen estar alertas a las debilidades de las propuestas. Dos, al mostrar los riesgos de la propuesta se evidencia que uno ha mirado todos los ángulos del tema lo que hace aparecer al expositor como inteligente, responsable y confiable. Tres, deja más satisfecho al auditorio al ver una presentación mucho más completa.

En la vida hacemos muchas cosas por tradición, intuición o por los sentidos comunes acumulados en nuestra cultura, pero que no siempre son válidos. Por ejemplo: sostener que para que sean competitivos hay que hacer competir a los niños desde pequeños, cuando la realidad muestra que es una fórmula contraproducente e intimidante de acercar a los niños a una actividad.

Me pregunto si la escuela debe ser una mera reproductora de los pensamientos habituales (aunque equivocados) o, un escenario de investigación, confrontación de dogmas y costumbres, en aras de formar un pensamiento científico capaz de buscar la verdad de las cosas.

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