Luchar contra la delincuencia en el Perú será como arar en el mar si es que no se reforma a la Policía Nacional que está plagada de delincuentes y sinvergüenzas como los que debería combatir en las calles, tal como ha quedado demostrado la semana pasada con el caso de un agente violador que seguía en funciones y con el indignante robo que habrían cometido otros dos efectivos contra un colega suyo que acaba de ser baleado por un delincuente venezolano tras un atraco en San Borja.
Es verdad que hay malos fiscales y jueces que son un verdadero freno a la lucha contra la inseguridad en las calles. Pero no podemos dejar de lado la grave situación en que se encuentra la policía, que ha sido infiltrada por verdaderos hampones que tendrían que ser identificados y expulsados de inmediato sin posibilidad de ser reincorporados e indemnizados más adelante, algo que sucede con mucha frecuencia por la complicidad -no encuentro otra explicación- del Poder Judicial.
Este problema no es nuevo, no viene de este gobierno, pero la administración de Dina Boluarte poco suma a encontrar una solución si mantiene al frente del sector Interior a un ministro como Juan José Santiváñez, quien quizá conozca del tema, pero carga con tantos cuestionamientos sobre sus espaldas que no está en condiciones de iniciar una campaña a fondo de limpieza que comience por mandar a su casa a varios generales. Hoy la prioridad del ministro es sobrevivir un día más en medio de los escándalos en que está metido.
Cómo estará de carcomida la institución que hace muy poco tiempo hemos tenido en funciones a generales que compraron sus galones al peso durante el gobierno del corrupto de Pedro Castillo. En el otro extremo del escalafón vemos a suboficiales como el violador que se suicidó en San Juan de Lurigancho o los que están arrestados bajo cargos de robarle el teléfono y dinero en efectivo al policía que acaba de recibir un disparo en el rostro. Todos estos tendrían que estar encerrados en un penal y no en actividad.
Los peruanos sufrimos demasiado con la presencia de delincuentes en las calles, como para tenerlos también dentro de la Policía Nacional, una institución a la que debería acudir el ciudadano en busca de ayuda, y no para que le exijan una coima o ver cómo se quedan de brazos cruzados, tal como sucedió con la madre que fue a denunciar la desaparición de su hija que más tarde apareció descuartizada por un policía con antecedentes de violación sexual. Urge tomar medidas.