Mañana se cumplen 42 años de la salvaje irrupción de la banda terrorista Sendero Luminoso en la vida de Perú, y es una lástima que cuatro décadas después tengamos que padecer la presencia en el poder o en el entorno, de senderistas reciclados que tienen la venia del propio presidente Pedro Castillo, quien hacía huelgas con el “brazo político” de este sanguinario grupo.
Lo que hoy vemos en el país, no se lo imaginó ni el peor pesimista en los años en que la sociedad peruana era atacada apunta balas, dinamita y machetazos, todo en nombre de la prédica fanática de un carnicero llamado Abimael Guzmán, un sujeto al que gente cercana al actual gobierno llamaba “doctor” o pertenecía a grupos que exigían su libertad.
Hemos tenido incluso un premier como Guido Bellido, que alababa a públicamente a una senderista, y a un ministro sindicado como responsable de atentados dinamiteros en Ayacucho. También tenemos prefectos y subprefectos con dudosos antecedentes. A cuatro décadas de los sucesos de Chuschi, el país no merecía caer en manos de estos elementos.
Queda dar la batalla, ponerlos al descubierto y enfrentarlos con las herramientas que da la legalidad. La lucha contra esta lacra iniciada hace 42 años, no ha terminado, pues está más vigente que nunca.