Si los sufridos vecinos de San Juan de Lurigancho y San Martín de Porres, en Lima, y de Sullana, en Piura, creen que ahora que se ha declarado la emergencia en sus jurisdicciones debido a la violencia callejera que los golpea, los soldados van a salir con sus carros blindados y fusiles de guerra a meterle bala en las calles a los ladrones, asaltantes, “marcas”, extorsionadores y demás indeseables, como muchos quisieran por estar hartos de la delincuencia, están muy equivocados.

También se equivocan los alcaldes si creen que ahora la paz reinará entre sus vecinos y que en breve plazo todo será una pradera hermosa llena de seguridad y felicidad. El problema acá es que si la salida de los soldados para apoyar a la Policía Nacional no es parte de un gran plan integral, como de hecho no lo es, lamentablemente no habrá mayor cambio. La provincia del Callao ya ha estado en emergencia y la de Trujillo también, pero el hampa sigue sumando asesinatos y demás delitos.

El trabajo contra la delincuencia que nos golpea, que se traduce en asesinatos, sicariato, arrebatos, asaltos, robos a casas y extorsiones, es una labor netamente policial, no del Ejército. No se combate metiendo bala en las esquinas. Si el arrebatador de un celular pasa en su moto por una esquina, ¿la tropa le va a disparar con sus fusiles de guerra? Evidentemente no. Esto es algo que deberían explicar los burgomaestres a sus vecinos que tienen toda la razón de exigir soluciones.

Además, acabar con el problema de la violencia en el país no es labor solo de la Policía, por más apoyo que tenga de las Fuerzas Armadas. Acá tenemos un sistema judicial que no funciona porque está plagado de gente inepta y corrupta que se dedica a soltar delincuentes. Lo vemos todos los días. Detenidos con armas y muchas evidencias van a la calle como sucedió con el “maldito Cris” antes de asesinar al sereno de Santiago de Surco. ¿Contra esto qué puede hacer la tropa en las calles?

La lucha contra el hampa tiene que ser parte de una estrategia integral que también incluya al sistema penitenciario. Si las cárceles van a seguir siendo grandes centros de operaciones de delincuentes que en teoría están bajo celosa vigilancia del Estado, no vamos a ningún lado. Ningún soldado con casco y fusil que esté parado toda la madrugada en San Martín de Porres, San Juan de Lurigancho o Sullana va a impedir que un extorsionador exija dinero a un ciudadano desde su celda. No nos dejemos sorprender por fuegos artificiales.