Una consecuencia del mundo en pugna, ha sido las acusaciones mutuas entre EE.UU. y China por el impacto de la pandemia en el globo; sin embargo, es diferente que esta vez sean 116 Estados, de los 193 que componen la ONU, los que de manera conjunta, se hayan vuelto contra el gigante asiático -incluido Rusia- conminándolo para que permita una investigación profunda para determinar responsabilidades.

La moral de un Estado debe cuidarse tanto como la de una persona. Los países cuando actúan de mala fe y sobre todo provocando muerte y zozobra, como estamos viendo en los cinco continentes -van 5,1 millones de contagiados y 330,000 muertos-, quedan sujetos a la censura internacional que deviene en desprestigio, pudiendo terminar como parias en el planeta. Entonces, que lo hagan 116 Estados, con EE.UU. de por medio, cuya habilísima diplomacia, habría articulado tamaña coalición, pone en jaque a Beijing, y será muy difícil que pueda evadirlos.

El gobierno de Xi Jinping, ha insistido que lo hará en el marco de la Organización Mundial de la Salud - OMS, para muchos a estas alturas, sin imparcialidad como para darle credibilidad a sus resultados. Pero tampoco es para creerlo todo. Donald Trump ha apuntado a China para atenuar el peso de las críticas por los más de 1,6 millones de contagiados y casi 100,000 muertos, en todo el país.

Se las está jugando con todo, pues en la hipótesis de que China haya actuado con desidia o deliberadamente, llegará robustecido, casi como el adalid de la verdad, clave en la moral estadounidense, para derrotar sin problemas al demócrata Joe Biden, en las elecciones de noviembre.