El presidente del Congreso, Alejandro Soto, sigue en el ojo de la tormenta. Los medios siguen mostrando episodios oscuros que su cargo no lo permite. En casi mes y medio, la única conclusión es que el Legislativo debe tener a la cabeza congresistas mejor reputados.
Soto continúa en el centro de la polémica y no precisamente por su labor legislativa. Por ejemplo, desde su despacho no solo han minimizado el trabajo de sus colegas sino también -según un abogado- que desde un espacio periodístico ha hecho un llamado público a agredir alcaldes. Esto es inaceptable y podría constituir una infracción al Código de Ética del Congreso.
Pero las preocupaciones no se detienen allí. Hace poco un portal de noticias informó que el programa Turnitin detectó que un 67% de la tesis presentada por Alejandro Soto, para acceder a un doctorado, contiene similitudes notables con otros trabajos de investigación. Esta revelación deja en entredicho la originalidad y la honestidad del político.
El titular del Congreso intentó hilvanar argumentaciones imposibles y dijo que no hubo plagio sino omisiones. Como se sabe inamovible, ya que ante la lluvia de críticas y cuestionamientos siempre está el paraguas de sus colegas, lanza cualquier justificación.
En un momento en que la confianza en las instituciones y la honestidad de los representantes públicos son cuestionadas, estas denuncias echan más sombras sobre el Congreso.