El derrame de petróleo en el terminal submarino de la Refinería de Talara de Petroperú habría afectado aproximadamente 10,000 metros cuadrados de la playa Las Capullanas en el norte del país. Una desgracia nacional sin lugar a dudas. Y es que el mar peruano ha sido testigo de numerosos siniestros similares en los últimos años. Uno de los más devastadores fue el ocurrido en 2022 frente a las costas de Ventanilla, donde más de 11,000 barriles de petróleo contaminaron playas, manglares y afectaron a miles de familias que dependen de la pesca y el turismo. Este desastre, considerado uno de los peores en la historia del país, generó una crisis ambiental que tardará décadas en revertirse.
A esto se suman otros incidentes en el Oleoducto Norperuano, donde constantes fugas han contaminado ríos y bosques en la Amazonía, afectando a comunidades indígenas que dependen directamente de estos recursos naturales. Cada evento deja una huella imborrable en los ecosistemas y pone en evidencia la falta de medidas preventivas y de respuesta inmediata.
El último derrame en el norte de Petroperú pone de manifiesto que poco o nada se ha aprendido. Es urgente que el Estado y las empresas asuman su rol con seriedad, implementando tecnologías de monitoreo, reforzando la supervisión y sancionando de manera ejemplar a quienes incumplan las normativas. No podemos permitir que el mar, fuente vital de vida y sustento, se convierta en una zona de sacrificio. Es hora de tomar acciones concretas para garantizar un futuro sostenible. Sanciones inmediatas para los responsables de esta desgracia ambiental y medidas de prevención para que estos siniestros no vuelvan a suceder.