El discurso redactado por Cancillería, y leído por Castillo ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, demuestra que el Ministerio de Relaciones Exteriores está abarrotado de caviares activamente a favor de la agenda globalista 2030.
Debemos tener en cuenta que la creación y la razón de ser de la ONU fue respetar la soberanía de los Estados. Sin embargo, la penetración del progresismo en este nivel ha convertido a estos organismos internacionales en herramientas destinadas a doblegar las voluntades nacionales de los países miembros.
Lo cierto es que Castillo ha reanudado el tema del Acuerdo de Escazú, suscrito por el Perú años atrás, pero que no fue ratificado por el Congreso de la República y que actualmente no está vigente. Este acuerdo, en el fondo, hipoteca nuestra soberanía sobre los recursos amazónicos al conceder su protección a la comunidad internacional, cuyo propósito es “custodiar” el flujo de los recursos naturales en el mundo.
La traición a la patria no solo se materializa mediante la entrega de territorios de forma física, sino también por la pérdida o la limitación de soberanía en nuestro espacio territorial. Con seguridad, llegarán en el futuro otros “acuerdos” que busquen proteger otros recursos, como por ejemplo, marítimos, forestales, mineros, energéticos, hídricos y demás.
Es por ello que urge una revisión de la política exterior, hoy en manos de la caviarada y agentes del globalismo, para salvaguardar los intereses nacionales en función del bienestar de la población peruana. Se prepara una arremetida mediática articulada por el andamiaje progresista para presionar al parlamento a ratificar dicho acuerdo. Allí se mezclarán los entristas de todas las tiendas políticas que siguen el guion de la agenda 2030. #EscazuNoVa