Hace dos días un grupo de vecinos de Huaycán, Ate, tiraron huevos a la comitiva oficial del ministro de Educación, Morgan Quero, cuando éste llegaba a inaugurar un colegio. Al mismo evento debía llegar la presidenta Dina Boluarte, quien habría desistido al enterarse de la reacción de la gente en esta zona.

“Estos son grupos organizados que llegan con una actitud violenta”, dijo Quero y descartó que esta reacción de la gente tenga que ver con la cifra récord de desaprobación a la mandataria en todas las encuestas.

Parece que a los ministros solo les interesa cerrar los ojos, esquivar la realidad y justificar lo injustificable para defender con uñas y dientes a Dina Boluarte. Pero además, quieren desacreditar y criminalizar las protestas contra el Gobierno.

Además de los huevos estrellados contra los autos del ministro y sus acompañantes, se veía a señoras portando carteles con mensajes como “Títere de Keiko”, “La bruja de Palacio”, “Quiero ser bella con tu plata”, “Amo mi Rolex”, “Esto te espera Dina (con una imagen de la presidenta esposada”. El semiólogo catalán RomanGubern dice que “hoy la lucha política es una lucha de imágenes y que las batallas ideológicas se libran en la arena audiovisual”. Las imágenes de estas madres fueron muy poderosas en Huaycán.

Esto simplemente demuestra el hartazgo de las peruanas frente a la incapacidad y negligencia del Gobierno para resolver los problemas del país. Ojo que las mujeres son las que más desaprueban a Dina Boluarte (91%), mientras solo el 3% la respalda, según la última encuesta del IEP. Las víctimas son ellas y no el ministro o la mandataria.

Los griegos creían que la virtud no era la esperanza que remite a espera, sino la ira porque impulsa la acción. A partir de aquí se entiende la indignación de los peruanos. Pero el colmo es que se les cuelgue el sambenito de la peligrosidad. Creo que la peligrosidad está en un Gobierno fallido que provoca nuevos índices de pobreza y no soluciona la ola de delincuencia que aterra a los peruanos.

El Gobierno parece olvidar que, lejos de desmovilizar, sus actitudes solo fortalecen a quienes claman por un cambio. Mientras las mujeres de Huaycán, y de todo el Perú, alzan la voz, su mensaje se multiplica.