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En menos de un año, el presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, vuelve a declarar sobre la posibilidad de llevar adelante la derogación del derecho a la nacionalidad estadounidense que tienen ipso iure (automáticamente de derecho) los nacidos en el territorio nacional y cuyos padres sean ilegales o no naturalizados. La eventual medida colisionaría con la histórica y única Constitución que conserva vigente EE.UU. desde los tiempos inmediatos a la independencia de las Trece Colonias en 1776. Se trataría de una completa colisión con el derecho ciudadano del que se ufana ejemplarmente la nación más poderosa del planeta. Sería un despropósito y un antijurídico que Washington decida no otorgar la nacionalidad a los hijos de migrantes ilegales que nazcan en su territorio. Lo anterior consumaría, además, un impacto contra un derecho humano en calidad de derecho natural que conocemos en la doctrina como ius soli -derecho del suelo- que consagra el derecho a ser nacional de un Estado a quienes ganaron esa calidad por el solo hecho de venir al mundo en el territorio de dicho Estado. La inmensa mayoría de los Estados de la comunidad internacional reconocen y respetan el ius soli.

Uno de los más graves problemas que genera el impedimento a contar con la nacionalidad es la aparición de los apátridas o personas que carecen de nacionalidad, una realidad insostenible en el mundo contemporáneo. Siendo un derecho fundamental de la persona humana contar con una nacionalidad, el anuncio de Trump, que puede terminar gustando a los sectores que aplauden políticas de endurecimiento contra los migrantes, solo consigue alentar la polarización político-social al interior del país. Es probable que Trump se muestre indiferente con las protestas ciudadanas que le exigen el mayor respeto de la Constitución, pero también lo es que el magnate neoyorquino no renunciará al pragmatismo como regla, mirando la montaña de adhesiones que ganará para un bolsón político grande como el que habrá para cuando llegue el momento de las elecciones en EE.UU. En el rigor de la doctrina sobre el ius soli, jamás la situación jurídica de los padres es un elemento de valoración o de condición para otorgar o negar la nacionalidad de los hijos nacidos en territorio extranjero. Mayor sensatez.