La semana ha empezado con turbulencias en el Poder Ejecutivo, pues a la denuncia de que Nicanor Boluarte, hermano de la mandataria, se reunió con el alcalde de un pequeño distrito de la región Cajamarca que días después obtuvo 20 millones de soles para obras, algo que no logran jurisdicciones más grandes y con mayor población, se sumó la salida de la canciller Ana Cecilia Gervasi por el papelón de la “reunión bilateral” de la presidenta peruana con Joe Biden.
Sobre el primer caso, la presidenta Boluarte ha salido a defender la honorabilidad de su familia y de su hermano, y ha pedido que el Ministerio Público investigue. Es lo que corresponde. Sin embargo, ante denuncias como estas, los peruanos tenemos derecho a dudar y exigir aclaraciones con pruebas y no solo a nivel retórico. Nadie quiere un “Sarratea 2.0″ ni a parientes presidenciales metidos en negocios oscuros. Lo hemos visto hace muy poco.
Es verdad que el hermano de la mandataria no trabaja en el gobierno y que se puede reunir con quien mejor le parezca. Pero esa explicación no es suficiente. Yennifer Paredes, Fray Vásquez y los demás sobrinísimos tampoco figuraban en la planilla del Estado, y veamos cómo terminaron. Además, ¿qué hace el señor Boluarte con el carro de un proveedor del aparato estatal? Tras la válida denuncia de Cuarto Poder, urge la intervención del Ministerio Público.
Respecto a la otra turbulencia de inicio de semana, la de Torre Tagle, es evidente que no quedaba otra alternativa que la salida de la canciller Gervasi tras la fallida “bilateral” con Biden y el intento de maquillar el papelón hecho por el gobierno en la Casa Blanca. Lo más triste es que la imagen del país ha quedado por los suelos. Qué tiempos aquellos en que las relaciones diplomáticas el Perú se conducían con profesionalismo, seriedad y eficiencia.
Y mientras se registran estos sacudones generados no por la oposición, sino por el propio régimen que se dispara a los pies, la débil administración de la presidenta Boluarte va perdiendo apoyo en el Congreso, como ha señalado El Comercio. Esto es grave, pues sin el soporte de quienes comienzan a alejarse para felicidad de la izquierda castillista, el manejo del país se hará más complicado, para desdicha del ciudadano de a pie que necesita gestión que atienda sus problemas diarios.