Era predecible: el nuevo alcalde de Trujillo, Arturo Fernández, ha empezado su gestión municipal infringiendo la norma desde el primer minuto. Un personaje dado al show, a la trasgresión y al personalismo no podía hacerlo de otra forma. Y no ha perdido un momento para mostrar lo que será su administración en la provincia de Trujillo.

Fernández juró al cargo de alcalde el lunes después de llegar cabalgando en un caballo. Se ungió con una banda presidencial y encima habló de una futura candidatura a la presidencia en su discurso. En ese mismo discurso fustigó a los regidores de oposición y atacó al jefe policial Augusto Ríos, quien ya anunció que lo denunciará por difamación.

Pero eso no es todo. En ese lunes inaugural, Arturo Fernández llevó decenas de contenedores de basura recién adquiridos cuya procedencia hasta ahora no explica bien. Dice que es una donación, pero dicha donación, como es sabido, requiere previo acuerdo de concejo y una serie de requisitos que aquí no se han cumplido.

Por si esto fuera poco, el día de la juramentación acudieron varios familiares de Fernández, algunos de ellos con restricciones judiciales por una investigación por lavado de activos que se les sigue. Solo faltó que asista su hermano, el prófugo exalcalde de Nuevo Chimbote, Valentín Fernández.

Y ayer tuvo otro acto inédito y llamativo de aquellos: pidió que un especialista llegue a la municipalidad para aplicar el polígrafo a los funcionarios. El mismo Fernández se sometió a ese detector de mentiras. Claro que el asunto generó diversos comentarios. ¿Y si en lugar de un polígrafo aplicaban mejor un examen psiquiátrico?, se preguntó alguien.

Ayer mismo también, Arturo Fernández recibía su primera denuncia como alcalde de Trujillo, justamente por usar irregularmente la banda presidencial al jurar al cargo.

Y eso que apenas va dos días como alcalde.