Con el título de esta columna no me refiero al desmadre que hay en el Ministerio Público por los líos entre fiscales supremos y sus respectivos bandos, sino a un tema quizá más importante para el ciudadano de a pie, que es la facilidad con que los magistrados mandan a la calle a gente que es capturada por la Policía Nacional incluso en flagrancia y que su presencia en las calles representa un verdadero peligro para los peruanos y el avance de un país ahogado en la recesión.
El lunes último, el presidente del Consejo de Ministros, Alberto Otárola, ha dicho algo que es muy grave, pero que no es de ahora e ilustra muy bien cómo el Ministerio Público es una verdadera traba para la lucha contra todo tipo de elemento nocivo para la sociedad. Y es que el fiscal Víctor Hugo Arias ha mandado a la calle a tres revoltosos, uno de ellos menor de edad, que luego de un fino trabajo de inteligencia fueron capturados por sus intentos por bloquear la Panamericana Sur en la zona de Barrio Chino, en Ica.
Se han dado normas más severas contra la gente que recurra a la protesta violenta y especialmente a la toma de vías que afectan el libre tránsito de las personas y el desarrollo económico del país, pero con fiscales que no actúan con la ley en la mano y no piden la detención de estos sujetos arrestados por la Policía Nacional con la evidencia necesaria, seguiremos remando en el agua. En Barrio Chino deben estar felices con este sistema de justicia y alistando las piedras y los palos para delinquir nuevamente.
El domingo último informamos en la portada de Correo Lima sobre la situación que se vive en Barrio Chino, al norte de Ica, donde solo el sábado hubo 18 policías heridos en los enfrentamientos con delincuentes que creen que protestar es agredir a los agentes y bloquear carreteras para impedir el paso de la gente que hace turismo, negocios o que trabaja en las agroexportadoras que mueven la economía de esa región. Pero para el Ministerio Público acá no pasa nada.
Así no vamos a ninguna parte. El trabajo del Ministerio Público es vital en la lucha contra la criminalidad en todas sus modalidades, pero si los capturados con mucho esfuerzo van a salir a reírse en la cara de sus víctimas, de la justicia y de todos los peruanos para volver a las andadas, definitivamente algo no está caminando bien. Ojalá que la queja pública del premier Otárola sirva de algo, aunque como señalé líneas arriba, esta situación no es de ahora y por eso dudo que mejore fácilmente.