En un país normal, que camina rumbo al desarrollo, las instituciones del Estado, los gobiernos, las élites económicas y la intelligentsia política y académica se dedicarían con ahínco, con tenacidad y visión de largo plazo a construir la identidad social, rescatando los hechos más importantes de los anales patrios, promoviendo los valores compartidos por la comunidad, todo lo que une, no lo que separa, y rescatando la figura, la estampa eterna de esos héroes que han escrito con su sangre, su sudor y sus lágrimas las páginas más brillantes de la historia nacional. Eso se hace siempre en un país normal, que recorre el sendero del desarrollo.
No hay héroes más grandes en ninguna historia, no hay antorchas que brillen más en el tiempo, no hay ningún personaje que se compare a los santos. El Perú es tierra de santos. Con sus vidas, con sus obras, con sus palabras, los santos han forjado la Peruanidad. Esto que somos, esta mezcla bendita, esta síntesis viviente de culturas y razas, este altar en el que se han fundido todas las sangres, solo existe gracias a los santos, a nuestros Santos. Y uno de ellos, uno de los grandes, es Santo Toribio de Mogrovejo.
Por eso, por su figura inconmensurable, por su santidad gigantesca, por que ayudó a forjar la Peruanidad, las instituciones del Estado, los sucesivos gobiernos, la intelligentsia académica y política y la elite empresarial, todos juntos, deberían promover, como lo hace ya un grupo de visionarios y patriotas, una gran película sobre este gran hombre. Santo Toribio de Mogrovejo es un fundador del Perú y el Perú debe honrar a sus padres fundadores como toda gran nación. Porque solo reconociendo las raíces católicas del Perú comprenderemos cabalmente el pasado, abrazaremos el presente para regenerarlo y transformaremos el futuro en un futuro digno de nuestros hijos.