La frase “Una sola China”, que la presidenta Dina Boluarte incluyó en su discurso de rendición de cuentas de su viaje a China, tiene implicancias internacionales que generan un debate político fundamental en cada país que la asume. China sostiene que solo hay un Estado chino soberano que es la República Popular China y que Taiwán es una parte inalienable de su territorio. En 1949, tras la guerra civil, el Partido Comunista fundó la República Popular mientras que el gobierno del Partido Nacionalista se retiró a Taiwán y estableció  allí la República de China. Con el tiempo, la mayoría de países reconocieron a la República de Mao, incluyendo las Naciones Unidas en 1971. China busca la reunificación pacífica aunque no descarta la fuerza para impedir la independencia de la isla. La política de “Una sola China” es una fuente de tensiones internacionales teniendo en cuenta que EE.UU mantiene relaciones no oficiales con Taiwán y le proporciona apoyo militar, lo que complica las relaciones entre ambas potencias que además sostienen una dura confrontación por la supremacía tecnológica. La mayoría de taiwaneses se identifican como país independiente con su propio gobierno, sistema democrático y economía. Su gran fortaleza está en que se ha convertido en la fábrica de chips o semiconductores para el mundo, es la proveedora de EEUU como de China y de la Unión Europea, así como de los países que los requieren. La adhesión o desafío a este principio influye significativamente en la dinámica diplomática y geopolítica en EEUU, Asia y todo el mundo. Además que, como sabemos, no hay revolución tecnológica ni innovación, menos aún inteligencia artificial, sin chips.

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