Acababan de censurar con abrumadora votación a Geiner Alvarado, otro Ministro marcado por la corrupción. Y mientras el Ministerio Público se apresuraba a pedir su impedimento de salida, el Congreso autorizó a Pedro Castillo para que viaje a Estados Unidos para participar en la 77a Asamblea General de las Naciones Unidas. Qué tal incoherencia. Permitir que un personaje tan cuestionado cumpla con la recargada agenda que el canciller César Landa detalló tan diligentemente ante el Parlamento. De ella se sabe que intervendrá sobre el crucial tema de la educación, que todos los días devalúa, y que defenderá los derechos humanos, que en el Perú viola impunemente como lo hizo recientemente al maltratar a decenas de niños con cáncer y engañar a sus desesperados padres. Y todos los peruanos sabemos cómo se desenvuelve Pedro Castillo y cómo afecta nuestra imagen nacional cuando la prensa internacional lo presenta sin formación, sin opinión y sin ideas. Ahora será peor, será patético, se evidenciará que nuestra máxima autoridad es investigada por la justicia por dirigir una organización criminal mientras se persigue a altas autoridades fugadas. La prensa mundial no perdona ni tiene por qué hacerlo. Esta autorización congresal nunca debió darse. No solo por el reciente Cáncergate, llamado así en símil con el Watergate que culminó con la destitución del presidente norteamericano Richard Nixon. El punto es que esta actuación de Pedro Castillo evidencia más que ninguna otra su incapacidad moral. Y que es hora que el Congreso debata con responsabilidad cómo decir no a quien no debe continuar personificando a la nación en el exterior. La situación es anómala. Mientras se censura a un ministro corrupto se autoriza a un marrullero para que nos represente en la más importante instancia política universal. ¿Quieren convencernos de que deben irse todos?

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