Hace 3 días recordábamos en esta columna a la Virgen de Guadalupe y su enorme impacto en la historia y sociedad mexicanas, y en su momento a la Virgen de Fátima y la repercusión de sus apariciones en Cova da Iria (Portugal), en medio de la Primera Guerra Mundial (1914-1919), siempre desde el enfoque de la política internacional. Ahora, también más allá de mi vocación mariana, abordaré a nuestra Virgen de la Puerta, siempre desde la ciencia de las Relaciones Internacionales. En efecto, la trascendencia que para los peruanos, sobre todo los norteños, representa la fiesta de la Virgen de la Puerta que hoy, 15 de diciembre, se celebra en la ciudad de Otuzco, en la bellísima serranía de La Libertad, es histórica, marcando muchos episodios de nuestra vida política y social, principalmente durante la etapa virreinal en que su veneración cundió al erigirse su imagen en la entrada del pueblo durante el siglo XVII como custodia frente a los ataques de los piratas de la época y que para los creyentes explica por qué razón los asaltantes de los mares, nunca atacaron las costas trujillanas. Su impacto en la sociedad norteña del Perú no solo fue durante la presencia española que se prolongó por tres siglos. No. Fue de gran trascendencia durante la Campaña de la Resistencia en la sierra de La Libertad en que las rabonas, que acompañaban a Andrés A. Cáceres y sus soldados, durante la pausa de los enfrentamientos con los chilenos, se convirtieron en sus fervientes devotas. En una etapa de grandes cambios en la historia de la Iglesia, el papa Pío XII la ungió como “Reina de la Paz Universal” -había llegado el fin de la Segunda Guerra Mundial (1945) y poco después irrumpe el Concilio Vaticano II con Juan XXIII (1962)- y Francisco, el primer pontífice jesuita y americano, en enero de 2018, en ocasión de su histórica visita al Perú, la declaró en Trujillo “Madre de la Misericordia y de la Esperanza”. Habiendo tenido, entonces, protagonismo durante el virreinato y en el marco de la guerra con Chile (1879-1883), la Virgen de la Puerta relieva por su presencia bicentenaria en el imaginario de los peruanos, principalmente de las poblaciones del norte del país.

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