La abuelita ambulante, María Elena Suasnabar (60) le prometió a “Cusi”, una perrita abandonada, que recogió de la calle, y que no dejará de cuidar hasta la muerte.
La siguiente es una historia de ese amor, que buscamos tanto los seres humanos y lo encontramos en los seres menos pensados.
María Elena Suasnabar, una anciana de 60 años vende canchita dulce y trozos de sandía en la puerta del hospital Carrión. Entre todos los ambulantes, ella sorprende, porque tiene a su lado a “Cusi” una perrita blanca, que luce el pelo recortado y una chompa de polar que la abriga.
“Compra canchita a un sol, casero, come una sandía”, ofrece Marielena, jalando su costal y un balde de plástico, donde está la mercadería. Cuando la clientela se acerca, no pueden evitar darle una caricia a la hermosa perrita, a quien ella quiere como su hija.
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CARIÑOSA. “Cusi” se levanta y le da toques con sus patitas, la mira con sus ojos tiernos y le roba una sonrisa a Marielena, que luce triste, porque pese a estar horas y horas ofreciendo sus productos, no hay mucha venta. A veces no saca ni para comprar su menú.
María, encontró a su compañera de vida, cuando deambulaba por las calles del anexo de la Punta en Sapallanga, Huancayo. Desde aquel día, que la vio perdida sin rumbo, decidió adoptarla, le cortó el pelo que arrastraba, le compró su ropa. Y la cariñosa “Cusi”, desde entonces no se separa de ella.
“A “Cusi”, la encontré en la calle, estaba abandonada y solitaria, la recogí y nunca más se quiso ir de mi lado”, comenta, entre sollozos.
A diario, María toma una combi y viaja desde La Punta hasta el centro, por donde camina ofreciendo sus productos. Hace una semana que llega hasta el hospital Carrión, junto a su fiel compañera.
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En ocasiones cuando tiene que ir a vender a un sitio muy lejano, prefiere dejarla en casa, porque teme que se vaya a perder. El psicólogo Milovan Guich Córdova refirió que el apego y cariño por las mascotas es una manera de compensar la ausencia la ausencia de los hijos, que se separan de los padres cuando tienen su propia familia. Acotó que tener un perro es parte de una terapia que ayuda a la sanación mental. “Muchos sufren por la ausencia de la familia y con una mascota sobrellevan esa soledad”, concluyó.