¡Ay Peláez, no te rajes!
¡Ay Peláez, no te rajes!

¿Qué puede estar pasando por la cabeza del expresidente Alan García para creer que el dictamen de un perito de la Fiscalía, con carné del Partido Aprista, será suficiente para desvanecer las sospechas de un enriquecimiento ilícito en su contra? ¿Cree en verdad el fiscal de la Nación, José Antonio Peláez Bardales, que defendiendo al funcionario de marras y dando por válido su dictamen a favor del líder aprista, se prestigian él y la institución que representa? No puede ser sino la euforia de estas fechas la única explicación posible sobre por qué ambos personajes consideran que, tras el informe exculpatorio elaborado por el "compañero" Julio César Mori, ambos –García y Peláez– pueden pasar piola.

Pero no es así. Y si no fuera porque el escándalo López Meneses o la escalada delictiva en Lima se mantienen en la cresta de la ola informativa, el tema remecería a García con la fuerza que merece. El Gobierno no sabe salir del tema que lo vincula al exoperador montesinista –¡sus voceros mediáticos son torpes y muy limitados!– y ese es el espacio en el que el líder aprista reina a sus anchas evitando cuestionamientos más allá de algunos –muy pocos– espacios informativos. ¿En serio no hay una defensa mejor que esgrimir el visto bueno de un militante del partido? García debería ser el primer interesado en una nueva pericia, esta sí independiente, que le permita proclamar inocencia más allá del Twitter. Sin embargo, hasta ahora no parece interesado en ello.

Y menos el fiscal de la Nación, cuya parentela aprista es harto conocida. Así, no será el tema más picante del momento, pero sí un mal negocio para ambos. En la campaña del 2016 –e incluso antes– los adversarios del exmandatario podrán blandir el documento firmado por un feligrés que pretendió limpiarlo. Desde aquí no tenemos elementos para dictaminar la culpabilidad del exmandatario, pero es evidente que una pericia complaciente es lo que menos necesita el expresidente. Como se sabe, en el año 2000 García tuvo que acogerse a la prescripción de los cargos que sobre él pesaban con respecto al mismo delito durante su primer gobierno. ¿Trece años después no tiene nada mejor que recurrir a una figurita parecida?

Desde luego la militancia nacionalista del procurador anticorrupción Julio Arbizu también se nos hace imposible de digerir. No debería ostentarla, pues daña la imparcialidad que debería emanar de su cargo. Por eso mismo, Alan García debería ser más prolijo si de verdad quiere desmontar las acusaciones en su contra de manera categórica. Pero hoy, tanto García –por intermedio de su abogado– como el fiscal Peláez parecen dos toribianitos cantando al unísono las bondades de una pericia vergonzosa. A la larga, mal negocio para ambos.