Con el sector cultural paralizado por el coronavirus y un ministerio criticado, Alberto Ísola recuerda un momento en 2003, en el gobierno de Alejandro Toledo, cuando el ministro Silva-Ruete intentó quitar la exoneración del IGV a los teatros.

“Eso significaba el final. Chela de Ferrari y Gustavo López tuvieron una iniciativa. Nos vestimos con nuestros trajes y fuimos a la Plaza de Armas a que nos ‘fusilaran’. La cosa fue tremenda porque la policía se asustó. Recuerdo que estábamos tirados en el piso con una bota aquí (señala su cabeza). Felizmente no llegó a mayores. Y esa misma noche derogaron esa ley. Ya hemos salido adelante”, cuenta con optimismo.

Ya no se puede dar el convivio de actores, directores y público. ¿Se puede hacer otro tipo de teatro?

Sé que vamos a regresar en algún momento, espero que no sea muy lejano. Ese convivio, para mí, es el teatro, esa relación directa. Mientras tanto creo que podemos inventar otras cosas. En la época de Sendero, yo administraba y dirigía el Teatro Larco. Estrené una obra la noche de Tarata, que estaba a seis cuadras. Yo vi la explosión, estaba afuera. Y felizmente cuando entré la gente pensó, por una extraña razón, que esa explosión era parte del espectáculo, porque había una persecución. Pero te puedes imaginar lo que fueron los días siguientes. Literalmente había más gente en el escenario que en la sala. Pero igual hacíamos funciones porque nos parecía importante seguir. Entonces, como pasé por eso, pienso que de esta también saldremos adelante.

¿Qué significará hacer teatro después de la crisis, cuando tengamos miedo de salir, vernos, tocarnos?

Me parece terrible que lo que hace que el teatro sobreviva tanto tiempo es aquello que justamente hoy es lo más peligroso: el contacto. Cómo será. Tendremos que ir acostumbrándonos de nuevo. Será un proceso difícil y lento pero tengo confianza de que lo iremos dominando. Porque también tendremos que aprender a tocarnos y a convivir de vuelta. Si Shakespeare dice que el teatro es un espejo de la realidad, en ese sentido también será un espejo del paulatino ir venciendo esos temores.

¿Un acto de valentía?

Sí, también es un acto de generosidad, de fe, porque yo no creo que el teatro desaparezca. Es algo que no me imagino. Creo que puede hibernar un tiempo, que puede regresar de maneras extrañas, quizás limitadas, pero creo que va a existir siempre. Salió un artículo, más triste que duro, del gran dramaturgo alemán Roland Schimmelpfennig y dije yo siento lo mismo pero no me puedo quedar ahí. No puedo simplemente asumir que esto significa el final de algo. Puede ser la transformación de algo.

Grupos de teatro reclamaron que no han sido considerados dentro de la reactivación económica...

Es tremendo. La cosa buena y al mismo tiempo mala, que tenemos las personas de teatro en general, es que pensamos que somos importantes. Te puedo hablar tres horas de la importancia de todo esto y estoy seguro de que así es. Y de repente me encuentro con otras instancias del gobierno y me doy cuenta que no lo ven así. Hay muchísima gente en este sector que está en una situación muy complicada, porque hay gente que vive al día. Partiendo además de una cosa de parte de una periodista como Patricia Salinas, que creo que es una persona amiga. Imagino que no fue exactamente lo que quiso decir, pero eso era lo que se leía. El arte no es importante. Cómo puedes decir una cosa así. Que haya temido que hubiera gente que se quisiera aprovechar del asunto, bueno, pero no puedes generalizar de esa manera. Cuando leí eso me sentí profundamente descorazonado. Porque dije las personas que nos apoyan, cuando llega el momento fundamental, no solo no te apoyan sino te descalifican.

Así piensan los funcionarios...

Absolutamente. Hay una desconfianza. Eso nace de un prejuicio contra los artistas que viene desde los comienzos del tiempo: que no hacen nada, que pintan un cuadrito y ya. Claro, cómo le vas a dar un bono a esas personas. Creo que también es una responsabilidad nuestra de organizarnos mejor y del Ministerio de Cultura y de los medios. Y eso es lo que me preocupa, que la ministra de Cultura tenga esa actitud, que se puede resumir como de difidente, desconfiada. Pero es un problema y hay que pelear contra eso.

Te mantienes optimista...

Siempre hemos salido adelante, de alguna manera o de otra. Y prefiero pensar eso. Porque las predicciones apocalípticas, las notas funerarias ya me cansaron. Infórmame sobre cosas, que hay un problema en el sector cultura, pero no me estés diciendo que jamás volveremos a los teatros. Empecemos a crear o busquemos alternativas. Te estoy hablando, lo reconozco, como una persona privilegiada. Tengo cómo arreglármelas. No tengo familia que mantener. Tampoco puedo decir que esta es la visión que todo el mundo deba tener. Entiendo lo difícil que es.

TAGS RELACIONADOS